Nueve pandilleros murieron en un fuerte enfrentamiento con las fuerzas del ejército de El Salvador. El papel de "El Diablo" y de un sacerdote en una tregua que duró apenas 15 meses. Nueve pandilleros de la Mara 18 murieron en un enfrentamiento con las fuerzas del ejército en el Cantón Ulapa, en Zacatecoluca, departamento de La Paz. El enfrentamiento se produjo entre un numeroso grupo de pandilleros y miembros de la Fuerza de Tarea Conjunta ARES, del Ejército Nacional de El Salvador.
Un representante del Ministerio de Defensa explicó que durante un patrullaje preventivo en el Cantón Uluapa, "personal que integra la Fuerza de Tarea Ares, mantuvo un intercambio de disparos con un grupo aproximado de 30 miembros de la pandilla 18″.
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"Como resultado del enfrentamiento fallecieron nueve pandilleros a quienes se les encontraron dos fusiles M-16, una pistola calibre 9 milímetros y munición en abundancia". Según la fuente de la FGR, miembros de la Policía Nacional Civil (PNC) y de la Fiscalía se encuentran inspeccionando la zona e identificando los cadáveres.
Además, el Ministerio de Defensa informó que "se está desarrollando un operativo de búsqueda y rastreo con personal de la Fuerza Armada y de la PNC, a fin de capturar al resto del grupo de pandilleros que se dieron a la fuga".
AP
La violencia de las pandillas es un problema que parece no tener solución en El Salvador. De la tregua entre "maras" iniciada en 2012 con la aceptación tácita (nunca oficial) del Gobierno y respaldada por la OEA y la Iglesia Católica, ya no queda nada. Duró 15 meses, tiempo en que la tasa de homicidios bajó de 15 a cinco asesinatos diarios.
A raíz del fin de la tregua, marzo de 2015 fue el mes más violento en lo que va del siglo con 481 asesinatos. Con seis millones de habitantes, El Salvador tiene una tasa de homicidios de 60 cada 100.000 personas, una de las más altas del mundo.
"El Diablo" y el sacerdote
Óscar Armando Díaz Sigarán, alias "El Diablo", tenía 29 años cuando perdió la vida y era un pandillero importante en su zona. Murió el 11 de febrero pasado por un tiro que le disparó un policía e impactó en su cabeza. Hacía tiempo que había terminado la tregua.
Era un delincuente pero también partícipe del proyecto de pacificación de un cura español, Antonio Rodríguez. "El Diablo" parecía uno de sus jóvenes de confianza: maduro, con un perfil más intelectivo que otros.
Por su parte, Rodríguez era en ese momento uno de los civiles de más peso en el proceso de contención de la violencia entre pandillas. Hoy, con el proceso roto, es un sacerdote de 39 años en libertad condicional.
Este domingo atendió la llamada del periódico español El País desde San Salvador: "Aquí estoy, ¡estudiando!" Le imputaron tráfico de influencias, agrupaciones ilícitas, introducción de teléfonos en las cárceles. Estuvo en un calabozo hasta el 4 de septiembre.
Reuters
Lo juzgaron y lo condenaron a dos años y medio de prisión. Confesó lo de los teléfonos, pero sostiene que lo "forzaron" a ello. Lo dejaron en libertad condicional hasta 2016 con medidas cautelares: no puede entrar en calabozos ni prisiones ni estar en contacto con pandilleros. Mientras tanto estudia una maestría en "Conflictología".
El diario español publica que el cura que negociaba con las pandillas mantiene su discurso contra la mano dura: "Nos está gobernando la cultura del odio. Aquí hay un discurso de guerra agudo. Ha vuelto la propuesta tradicional: más fuerza para la policía y para las fuerzas armadas".
Defiende el diálogo con las bandas y la estrategia de reinserción. "El Diablo" también defendía la tregua. Pero no concebía la paz. Decía: "Aquí desde que se firmó la tregua no ha habido homicidios, papá. Vamos a hacer una vida cabal pues, como tiene que ser. No vas a convivir con ellos (con las otras bandas), pero vas a respetar una línea". Esa era su expectativa: cada banda en su zona.
Miércoles, 22 de abril de 2015