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EN EL AÑO DE LA FE
Mensaje navideño del Obispo de la Diócesis de Goya
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Miércoles, 26 de diciembre de 2012

El texto completo de la carta escrita por el prelado fue dado a conocer por la oficina de prensa de la curia local y hace referencia a la fe profesada, celebrada, vivida y rezada en el Misterio de la Navidad.

El Obispo de la Diócesis de Goya monseñor Ricardo Oscar Faifer dió a conocer su tradicional mensaje de Navidad, en está oportunidad, enmarcado en el Año de la Fe. El texto completo de la carta escrita por el prelado fue dado a conocer por la oficina de prensa de la curia local y hace referencia a la fe profesada, celebrada, vivida y rezada en el Misterio de la Navidad. El texto completo de la homilía fue pronunciado por el pastor diocesano en la Misa de Nochebuena que presidió en la Catedral de Goya.-



Queridos hermanos y hermanas:



Que la paz y la alegría de Jesús estén con Uds.

Porque el presente mensaje de Navidad está enmarcado en el Año de la Fe, haremos referencia a la fe profesada, celebrada, vivida y rezada en el Misterio de la Navidad.

1. La fe profesada: En el Credo encontramos la verdad que se nos ha transmitido fielmente y que es luz para nuestra vida diaria, en él afirmamos: “Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos… que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre”.

Con estas palabras confesamos la fe en la Encarnación que es el signo distintivo de la fe cristiana. “La Iglesia llama “Encarnación” al misterio de la unión admirable de la naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús en la única Persona divina del Verbo. Para llevar a cabo nuestra salvación, el Hijo de Dios se ha hecho “carne” haciéndose verdaderamente hombre” (Comp. CIC Nº 86).

El Hijo de Dios se encarna “para reconciliarnos a nosotros pecadores con Dios, darnos a conocer su amor infinito, ser nuestro modelo de santidad y hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (Comp.CIC 85).

De esta manera resplandece la ternura insondable y la predilección de Dios por el hombre pecador, débil, mortal.

En referencia al nacimiento del Señor, los Evangelios consignan que: “Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre, unos pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo” (Comp. CIC 525).

Nos llena de esperanza y de consuelo el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo. En Él, Dios se revela como un Dios cercano y amigo del hombre.



¡Qué admirable misterio profesamos en la Navidad: El Hijo de Dios se ha hecho verdaderamente hombre, hermano nuestro, sin dejar con ello de ser Dios, nuestro Señor!

2. La fe celebrada: Ante el Misterio de Navidad, que nos deslumbra y conmueve, damos libre curso a la celebración. La fe se hace fiesta, expresión desbordante de alegría y entusiasmo, porque un Niño nos ha nacido. Porque Él está para siempre con nosotros, celebramos su presencia y su amistad.

Porque Jesús se hace presente en las celebraciones litúrgicas, éstas no son meros recuerdos de hechos pasados de la Historia de la Salvación. Porque Jesús presente, sobre todo en su Palabra y en la Eucaristía, actúa con toda la eficacia de su Amor. Por eso, la Liturgia, en especial la celebración de la Navidad, nos convoca a la Fiesta del encuentro con Jesús, en un clima de adoración, gratitud y alabanza.

En las celebraciones de la Navidad, todo nos habla de la cercanía de Cristo y del encuentro con Él: la belleza del acontecimiento, las imágenes de Jesús, María y José en el pesebre, la música y los cantos, el árbol de la vida, la participación colorida, y sobre todo la luz que brilla en la noche, los pastores y el anuncio sorprendente de los ángeles, la estrella y los magos…

“Pastor o mago, nadie puede alcanzar a Dios aquí abajo sino arrodillándose en el pesebre de Belén y adorando a Dios escondido en la debilidad de un niño” (CIC Nº 563). Nosotros también nos decimos: “Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado. Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc 2,15-16).

“Se trata del encuentro no con una idea o con un proyecto de vida, sino con una persona viva que nos transforma profundamente, revelándonos nuestra verdadera identidad como hijos de Dios”. Por la hermosa posibilidad del encuentro con Jesús en esta Navidad, es justo y necesario que celebremos festivamente al Señor que viene a salvarnos.



3. La fe vivida: La fe nos lleva al encuentro con Cristo, que es el centro y la cumbre de toda nuestra vida cristiana. Pero necesariamente nos lleva también al encuentro con el prójimo, y renueva nuestras relaciones humanas, dirigiéndolas de día en día a una mayor solidaridad y fraternidad, en la lógica del amor.

Por eso, la fe en Jesucristo, profesada y celebrada en la Navidad, nos mueve a testimoniarla con nuestro amor concreto con quien está solo, enfermo, marginado o excluido;… con una sostenida participación social, compartiendo esfuerzos e iniciativas para mejorar la situación de los que sufren necesidad; con nuestra lúcida y firme defensa y cuidado de la vida, sobre todo de la más débil.

Que nuestro compromiso concreto en esta Navidad sea:

- Primero, la lucha para desterrar de nuestra Patria las esclavitudes de la “trata de personas” y de la “droga”, con la red de complicidades que las sustentan.

- Segundo, la Reconciliación en nuestra Patria. “Se hace cada vez más necesario generar contextos de encuentro, de diálogo, de comunión fraterna que nos permitan reconocernos y tratarnos como hermanos, aborreciendo el odio y construyendo la paz”.

Gracias a la fe podemos reconocer en cada hombre un hermano, y en cada hermano a Cristo, de manera que el amor a Dios y el amor al prójimo se unan en un mismo amor vivo y operante. “Es la fe que obra por medio del amor” (Gál. 5,6)



4.La fe rezada: Nuestra oración expresa la fe y la alimenta, y hace que la relación con Dios vivo y verdadero se transforme en una relación viviente y personal. Las oraciones, que la Iglesia nos propone en la Navidad, nos llevan a esta renovada relación con el Señor.

En el día de Navidad, así rezamos:

Dios todopoderoso,

Envueltos con la nueva luz de tu Verbo hecho carne,

Te pedimos que resplandezca en nuestras obras

Lo que, por la fe, brilla en nuestro espíritu.



El niño que María recuesta en el pesebre es el Señor de la historia. A Él volvemos a dirigirle nuestra plegaria: “Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos…”. Ante Él, cada uno personalmente repite: “¡Creo, Señor!”. Y, con la comunidad de los creyentes, confiadamente repetimos: “¡Aumenta nuestra fe!”



Hermanos y hermanas: les deseo de corazón:¡Feliz Navidad y Año Nuevo! Crezcamos en la fe y en el amor a Cristo, para vivir en las decisiones y acciones diarias la vida buena y hermosa del Evangelio.

Reciban mi abrazo y bendición







Ricardo Oscar Faifer
Obispo de Goya


Miércoles, 26 de diciembre de 2012

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