Al menos 71 personas murieron y más de un centenar resultaron heridas, varias de ellas de gravedad, en un atentado con bomba perpetrado en una de las principales estaciones de autobuses en la capital de Nigeria, Abuya.
La explosión ocurrió poco antes de las 7, al inicio de la hora pico matinal, cuando la terminal del área de Nyanya, en las afueras de Abuya, se encontraba repleta de personas que esperaban subirse a los colectivos para ir a sus trabajos, dijeron autoridades.
Pese a que nadie reivindicó el atentado, el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, que se trasladó hasta la terminal de inmediato, acusó al grupo islamista Boko Haram, que desde 2009, cuando la policía mató a su líder, Mohamed Yusuf, mantiene una sangrienta campaña de insurgencia que ya dejó más de 4.000 muertos.
En declaraciones a periodistas, el mandatario aseguró que el ataque constituye "un revés temporal" para la nación africana ubicada sobre la costa atlántica y emplazó a los nigerianos a ser "conscientes" del peligro que representa el grupo radical islamista.
Boko Haram, que en lenguas locales significa "la educación no islámica es pecado", intenta imponer la sharia (ley islámica) en Nigeria, tanto en el norte de mayoría musulmana donde es más activo, como en el sur, predominantemente cristiano.
Las autoridades temen que el número de fallecidos en Abuya aumente, debido a la gravedad de muchos de los heridos que fueron trasladados a varios hospitales de la capital nigeriana, informó el portavoz de la Policía, Frank Mba, en rueda de prensa en el lugar de la explosión.
Si bien algunos medios locales estimaban en 200 el número de muertos, Mba informó que las víctimas fatales ascendieron a 71 y los heridos a 124.
Tras la explosión, el caos y la confusión dominaban la terminal de ómnibus, en donde los cuerpos mutilados se agolpaban en el suelo, una docena de colectivos yacían destruidos y un gran cráter de más de un metro de hondo indicaba donde había explotado la bomba.
Los bomberos trabajaron durante horas para apagar el fuego y recuperar todos los cuerpos.
No es la primera vez que Boko Haram golpea un centro neurálgico del transporte público en Nigeria.
En marzo del año pasado, este grupo islamista hizo estallar un coche bomba en la principal terminal de Kano, la segunda ciudad más grande del país, después de Abuya. Veinticinco personas murieron en ese atentado.
Pese a su demostrada capacidad para golpear en cualquier parte del país, Boko Haram mantiene su mayor influencia en el noroeste de mayoría musulmana, lindante con Níger, una nación musulmana.
Los ataques de este grupo extremista obligaron a más de 250.000 personas a huir de sus hogares en el noroeste del país en lo que va de año, período en el que los islamistas, además, mataron a cerca de 700 personas.
La mayoría de estas víctimas fallecieron el 14 de marzo pasado en el peor atentado que haya vivido el país africano desde que el gobierno y Boko Haram se declararon la guerra.
Ese día, la milicia islamista lanzó un masivo ataque contra un cuartel militar que funcionaba como cárcel en Maiduguri, en el noreste.
Cientos de detenidos lograron salir durante la fuga, pero el saldo final fue de más de 600 muertos, la mayoría presos desarmados que fueron acribillados por soldados nigerianos, según denunció la organización de derechos humanos, Amnistía Internacional.
Con unos 170 millones de habitantes integrados en más de 200 grupos tribales, Nigeria, el país más poblado de África, sufre múltiples tensiones por sus profundas diferencias políticas, socioeconómicas, religiosas y territoriales.
Pese a su inestabilidad, Nigeria es un país estratégico para el resto del mundo.
Es el duodécimo productor de petróleo, el número 10 en reservas y el octavo exportador mundial, y su principal cliente es Estados Unidos, quien consume el 40% del crudo que venden al exterior.
En total, el 10% del petróleo que consume la superpotencia proviene del convulsionado país africano.
Martes, 15 de abril de 2014