El Papa exhortó a ver en cada refugiado a "un hijo de Dios" que "debe ser acogido, respetado y amado", y a tomar el tema como "una ocasión que la Providencia" ofrece para ayudar a "construir un mundo más fraterno". En un mensaje de preparación para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, Francisco recordó que "toda persona pertenece a la humanidad y comparte con la entera familia de los pueblos la esperanza de un futuro mejor". "De esta constatación nace el tema que he elegido para (este año): 'Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor'", anunció. Francisco aprovechó la ocasión para cuestionar, una vez más, la injusta distribución de los recursos a nivel mundial, la falta de trabajo y el "escándalo de la pobreza", que están en el origen de los movimientos migratorios, pero también para aclarar que su apelación a un mundo mejor no era abstracta, sino que estaba hablando de "buscar un desarrollo auténtico e integral, trabajar para que haya condiciones de vida dignas para todos, para que sea respetada, custodiada y cultivada la creación que Dios nos ha entregado".
Citó a continuación al "venerable Pablo VI", que, en la Encíclica Populorum progressio, "describía con estas palabras las aspiraciones de los hombres de hoy: "Verse libres de la miseria, hallar con más seguridad la propia subsistencia, la salud, una ocupación estable; participar todavía más en las responsabilidades, fuera de toda opresión y al abrigo de situaciones que ofenden su dignidad de hombres; ser más instruidos; en una palabra, hacer, conocer y tener más para ser más".
"El fundamento de la dignidad de la persona no está en los criterios de eficiencia, de productividad, de clase social, de pertenencia a una etnia o grupo religioso, sino en el ser creados a imagen y semejanza de Dios, en el ser hijos de Dios", escribió el Papa.
Y pidió a los cristianos que sean los primeros en verlo de este modo y así ayudar a los demás "a ver en el emigrante y en el refugiado no sólo un problema que debe ser afrontado, sino, una ocasión que la Providencia ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta, de acuerdo con el Evangelio". "Las migraciones pueden dar lugar a posibilidades de nueva evangelización, a abrir espacios para que crezca una nueva humanidad", aseguró.
Son movimientos que "ponen de manifiesto frecuentemente las carencias y lagunas de los Estados y de la comunidad internacional" pero que "revelan también las aspiraciones de la humanidad de vivir la unidad en el respeto de las diferencias, la acogida y la hospitalidad que hacen posible la equitativa distribución de los bienes de la tierra, la tutela y la promoción de la dignidad y la centralidad de todo ser humano", escribió Francisco.
E, insistiendo en esta dualidad, dijo que en este fenómeno "se verifica la tensión entre la belleza de la creación, marcada por la gracia y la redención, y el misterio del pecado", porque "el rechazo, la discriminación y el tráfico de la explotación, el dolor y la muerte se contraponen a la solidaridad y la acogida, a los gestos de fraternidad y de comprensión".
"El mundo sólo puede mejorar si la atención primaria está dirigida a la persona", advirtió el Papa. Y, en uno de sus párrafos más duros, sentenció: "Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el mismo deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser 'algo más'".
Y enumeró los flagelos de que son víctimas estas personas, de la pobreza al trabajo esclavo, pasando por la violencia, la discriminación, la marginación y las restricciones a sus libertades fundamentales, entre otras afectaciones a su dignidad.
Aunque destacó "el esfuerzo que cada país debería hacer para crear mejores condiciones económicas y sociales", para "que la emigración no sea la única opción para quien busca paz, justicia, seguridad y pleno respeto de la dignidad humana", el Papa señaló también que el de las migraciones es un problema que no puede ser resuelto por ningún país aisladamente.
"Una buena sinergia animará a los gobernantes a afrontar los desequilibrios socioeconómicos y la globalización sin reglas, que están entre las causas de las migraciones, en las que las personas no son tanto protagonistas como víctimas. Ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración", expresó.
También se refirió al papel de los medios de comunicación social, cuya "gran responsabilidad" es la de "desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas"; y contribuir a condenar la "cultura del rechazo" y contraponerle la "cultura del encuentro, única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor".
Miércoles, 25 de septiembre de 2013