Los padres, hermanos e hijos que el 22 de marzo de 2012 perdieron a un ser querido, tendrán que afrontar mañana el primer aniversario de un derrumbe “que pudo evitarse”. “Eran chicos trabajadores, sin maldad”, recordó una madre.
En vísperas del primer aniversario de la muerte de ocho obreros correntinos, en la tragedia de la calle San Martín Nº 652, las familias no encuentran consuelo para su dolor. La madre de Diego Rodríguez (22), Rosa Urbina, recordó a su hijo con una profunda tristeza, aunque también con orgullo, al calificarlo como “un chico trabajador, sin vicios ni maldad, que murió por cumplir con sus obligaciones”. Mañana marcharán hacia el Municipio y el Juzgado de Instrucción Nº 6 para reiterar el pedido de justicia y exigir que se ejerzan los controles correspondientes en las obras en construcción.
El 22 de marzo de 2012, a la hora 13, Enrique Sosa, Pablo Medina, William Valenzuela, Marcos González, Jorge Acevedo, Diego Rodríguez, Eduardo Acevedo y Ramón Zacarías fueron víctimas de una tragedia sin precedentes en la ciudad de Corrientes.
Ocurrió mientras los obreros cargaban el hormigón para el tanque de agua, en el séptimo piso de un edificio habilitado para construir solo hasta cinco pisos. Las columnas que sostenían la losa cedieron y ocurrió el de-rrumbe.
En el acto murieron cinco trabajadores, mientras que otros tres fallecieron horas después en el Hospital Escuela.
“Los recuerdos me invaden a cada momento porque al igual que el año pasado, en estos días no deja de llover –rememoró Urbina en un contacto con La República–, un día antes de la tragedia llovió mucho en la ciudad, sin embargo, ellos fueron convocados para trabajar el jueves”.
“Fueron a cumplir con su deber, por eso decimos que fue una tragedia evitable, porque si algún responsable hubiera advertido el peligro y frenaba la carga, hoy yo estaría con mi hijo”, dijo la madre de Rodríguez.
Urbina y su esposo tuvieron solo dos hijos. La mujer recordó que cuando su hijo mayor decidió viajar al Sur por razones laborales, Diego le había asegurado: “Yo nunca te voy a dejar sola mamá”.
Hoy, a pesar del dolor por la pérdida, valora la compañía de su nieto, de 4 años, que según confiesa la abuela, “es igual a su papá, muy educado”.
“Diego estaba tratando de darle lo mejor a ese chico, y por eso trabajaba sin descanso cuando había una obra”, afirmó. La madre de Rodríguez sostuvo también que su hijo era un muchacho sano en todo sentido, cuya única distracción era el fútbol los fines de semana.
“Nosotros vamos a seguir luchando por justicia –insistió Urbina– y mañana vamos a pasar por la Municipalidad, porque si esa obra hubiera estado controlada como corresponde, Diego estaría hoy con nosotros”.
Viernes, 22 de marzo de 2013