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Benito Fernández, a un año y medio de su internación: espera un nuevo nieto, está en pareja y se aferra a la vida
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Sábado, 4 de octubre de 2025

El diseñador dice que la internación en un psiquiátrico le permitió resetearse luego del período “más oscuro y horrible” de su vida.
Habla, también, del bullying que sufrió por su dislexia y de un presente que es puro disfrute.


Directo, sensible, afectivo, hoy está con muchas ganas de expresarse, de poner play y decir todo lo que necesita poner en palabras. “Yo hablo mucho”, dice riéndose, promediando el encuentro, dejando en claro también que disfruta ser escuchado.

Recientemente pasó por momentos muy difíciles, económicos y de salud mental, que sigue procesando y recalculando, tomándose los tiempos necesarios para mejorar.

Benito Fernández, no hace falta mucha presentación, es uno de los diseñadores de moda más reconocidos del país, con casi cuarenta años de profesión, que ha vestido a las modelos más importantes y a figuras como la Reina Máxima de los Países Bajos y Priscilla Presley. Marca registrada, le puso su nombre a perfumes, a zapatillas y hasta a un edificio próximo a inaugurarse.

-Si pudieras escanearte: ¿Cómo te sentís hoy?

-Mirá, hoy estoy en un momento de mucho disfrute, tanto con mi nieto Fermín como con mi carrera, que volvió a estar a tope. Pero me pasa que después del año que pasé, de mi internación, todavía hay momentos con pequeñas dificultades que tengo que atravesar, que ahora son mínimas, pero me llevan un poco a tiempos muy oscuros. (Piensa) Pero la verdad es que no puedo creer estar en el momento que estoy. Y todo eso después de haber pasado el año más difícil, más horrible y más oscuro de mi vida.

Benito Fernández y su regreso de "tiempos muy oscuros". Foto: Cristina Sille.Benito Fernández y su regreso de "tiempos muy oscuros". Foto: Cristina Sille.
-Repetís mucho la palabra oscuro…

-Sí. De hecho, mi primera colección, cuando salí de la internación, se llamó Luz. Porque tenía que ver con esto. De haber pasado por un lugar tan oscuro y de, gracias a la internación, haberme encontrado a mí mismo. Todos te dicen: “Tenés un nieto que amás, tenés una profesión que querés”, pero nada de eso te salva. Lo único fue encontrar el Benito que soy, que era, y que tiene que ver con la luz, con el color, con la alegría, con el disfrute. Y la verdad que agradezco haber tomado la decisión de haberme internado. Me parece que eso fue fundamental.

-¿Qué es la oscuridad para vos?

-Es la angustia, encerrarte los fines de semana, bajar la persiana y estar a oscuras y no hablar con mis seres queridos de lo que me estaba pasando. No sentir… (hace un silencio). No tener nada que te motive, es muy difícil. Es un combo tan explosivo, que no se puede describir. Hay que pasarlo para saber lo que es. De hecho, yo he tenido bajones, mi padre se suicidó años atrás, he pasado cosas fuertes en mi vida, pero esto que me pasó el año pasado nunca estuvo en mi cabeza.

-¿Cuál es la foto, la imagen que grafica el peor momento de sentirte así?

-Una foto es eso de estar encerrado en mi cuarto sin ver el sol. Sin que nada me motivara, ni mis afectos ni mi profesión que amo. Un estado de vulnerabilidad tremenda, no podía ver Instagram porque observaba que todo el mundo era feliz pero yo no… Aunque, por ahí, la foto es engañosa y uno aprende a saber que esa red social no es la felicidad. Pero en ese momento a mí me representaba que cualquiera era más feliz que yo.

-¿Te molestaba ver que los otros supuestamente estaban felices?

-No es que me molestaba, que dé envidia, sino que decís ¿dónde estoy yo? ¿Dónde está mi felicidad? ¿Dónde la perdí? ¿Cuándo la perdí? Y cómo podía recuperarla. Eso me angustiaba mucho, muchísimo. Y después, en la internación, otra cosa fue la cancelación. Me parece que con los temas mentales hay un prejuicio tremendo. Nadie habla y eso es lo peor. Creo que mucho de lo que me pasó fue por no hablarlo con mis hijos. Fijate que mi padre se suicidó cuando yo tenía treinta y pico de años, mi madre murió hace ocho, mi hermano hace cinco…Es como que quedé solo con mis hijos y no quería decirles a ellos. Llevarles una problemática a un hijo es muy difícil. Y al final terminé perjudicándolos más que si les hubiese comentado. Por eso siempre digo que hay que arrancar primero con hablarlo con los seres queridos, amigos o familiares. Después recurrir a los especialistas. Y no hay que tener prejuicio a la medicación. Yo tenía mucha idea con la internación de compartir un cuarto con una persona extraña.

Todos te dicen: “Tenés un nieto que amás, tenés una profesión que querés”, pero nada de eso te salva. Lo único fue encontrar el Benito que soy, que era, y que tiene que ver con la luz, con el color, con la alegría, con el disfrute.

-¿Y cómo viviste ese tiempo que pasaste en una clínica de salud mental?

-Me reseteó de una manera tremenda. Yo estuve un mes y medio internado. (Medita) Sí, lo que tenía era mucho miedo al prejuicio que hay con las cuestiones mentales, que recién ahora, hay personalidades jóvenes que salen a contar. Siempre le tuve más miedo a las cuestiones mentales que a las físicas. De hecho, mi papá cayó en una depresión. No se habla de las cuestiones mentales.

-Mencionaste a tu papá y toda su situación con su salud mental. ¿Te sentiste espejado con lo que él vivió?

-No, no. Tal vez cuando cumplí la edad de él me replanté a ver si me pasaba lo mismo…

-¿Qué edad tenía?

-(Piensa, hace cálculos) Cincuenta y dos. Pero a ver, yo con mi padre de chico no me llevaba tan bien, tampoco mal. Yo tuve una infancia muy linda, salvo mi dislexia, que fue el único bullying externo e interno que tuve en mi vida de chico. Yo no era tan el hijo que él quería y él no era tan el padre que yo quería, en un punto. Y después eso yo lo pude transformar. Él disfrutó mi carrera aunque me hubiese encantado que conociera a Fermín. Pero no me quedé con ningún reproche, nada que hablar, nada pendiente… Sabía de dónde venía él, que se le murió la madre cuando nació. Yo creo que hay cosas que es muy difícil de...

-Estás hablando de tu abuela…

-Mi abuela, sí. Se le muere en el parto ¿entendés? Yo no sé si esas cosas tienen solución. Es como que te abandone tu padre de chiquito. Hay cosas que me parece que es muy difícil de resolver.

-Vos siempre fuiste de expresarte. Nunca tuviste dificultad, más allá de la dislexia de chico. Ahora, en esta etapa: ¿Había algo que necesitabas por ahí verbalizar y no lo estabas pudiendo hacer?

-Sí, bueno, yo siempre luché contra los prejuicios. Primero por ser disléxico. Al leer mal hacía todo mal y la mirada del otro era que lo hacía mal y la mirada mía también. Después, elegir una carrera que hace cincuenta años atrás no estaba bien vista para un hombre, con todo el prejuicio que había. Después, luego de tener una familia hetero, elegir otra sexualidad. Y siempre me pareció que estaba bueno compartirlo con la gente. De hecho, una anécdota muy tonta, pero yo me hice pis hasta los 14 años y también lo dije. Los padres me agradecieron que contara todo esto, tienen que ocuparse, pero no preocuparse. Pero yo vengo de una generación donde todo se ocultaba. Y yo como nadie me miraba en mi casa, yo hacía lo que quería. Entonces, por otro lado digo: ¿fue un problema o no fue un problema? Porque hice lo que quise, me puse la ropa que quise, elegí la carrera que quería y que no estaba en la mira de nadie. Y eso estuvo bueno. Me parece que fue genial.

-¿Nadie te miraba, decís?

-Exacto, tal vez mi hermano era el que hacía todo perfecto, que estudiaba impecable, que se recibió a los 16 años en el colegio, a los 23 en la Facultad, fue a hacer un máster a los Estados Unidos. Por ahí él, que era el mayor, tenía toda la exigencia y toda la presión y por ahí no tuvo la libertad de hacer las cosas que quiso como yo. No se fijaban en mí y entonces hice lo que quise. (Suspira) Por ejemplo, yo hace treinta años que no leo. Y yo puedo estar hablando con vos y llego a las cosas de otra manera. Vos llegás a través de la lectura y yo llego desde otros lugares. Entonces el disléxico lo que tiene es eso, que va encontrando distintos caminos para llegar.

-¿No leés hace treinta años por la dislexia?

-Sí. Siempre me costó mucho leer. Y eso me llevaba a escribir mal, a tener faltas de ortografía y eso me bloqueó. Entonces, como que le tomé mucha bronca a la lectura. Igual estudié Derecho y me faltaban ocho materias para terminar, pero llegó un punto en que dije, no, no quiero leer más, no leo más. De hecho, ahora me cuesta leer los subtítulos de las películas. Me parece que también ahí hay como un prejuicio, en que si no leés, no sos intelectual, no sos inteligente.

-Lo contás como con cierto enojo…

-Sí, a ver, fue mi enojo. Dejé de leer por el enojo que me causó, porque fue un dolor, fue un bullying que tuve en mi infancia y adolescencia. Entonces: ¿por qué tengo que luchar con esto? Y no quiero que la lectura sea parte de mi vida.

-Pero hay una dificultad. No es solo bronca.

-Sí. Hay una dificultad. Sí, ahora, por ejemplo, están los libros que los podés escuchar, capaz eso debe ser un alivio pero no quiero. Ya no es parte de mi vida.

Yo puedo estar hablando con vos y llego a las cosas de otra manera. Vos llegás a través de la lectura y yo llego desde otros lugares. Entonces el disléxico lo que tiene es eso, que va encontrando distintos caminos para llegar.

-Y te tuviste que readaptar a esta sociedad…

-Me tuve que readaptar y soy diferente. No siento que esté alejado. Me reinventé, ¡cumplo el año que viene cuarenta años de profesión!

-En relación a todo lo que te pasó el año pasado. ¿Cómo lo viviste pensando que la moda es mucha imagen y vos estabas fundido económicamente y muy triste?

-Como decís vos, es una carrera con mucho show y demasiada imagen para afuera. Pero yo siempre me centré en mis hijos en otros momentos complicados o incluso de éxito. Porque yo llegaba a casa y yo era papá, mis chicos me bajaban a trompadas. Lo que me pasó con la internación y como lo mío era toda imagen, hubo mucho prejuicio con las cuestiones mentales, qué iba a pasar cuando yo saliera y fundido. ¿Qué me pasó? Que ninguna de mis clientas que se estaban haciendo vestidos mientras yo estaba internado se dio de baja. ¿Vos te estás por casar, tu diseñador está internado en un psiquiátrico y no te vas a hacer el vestido en otro lado? Es más, hay clientas que pagaron la totalidad del vestido, sabiendo mi situación económica.

-O sea, el glamour no se fijó tanto en lo que te pasaba…

-Sí, sentí en la primera fiesta que fui que algunos se corrieron de la foto. A ver, fue duro en un punto, pero entendí que yo también tenía ese prejuicio. Y pensé: se corren de la foto porque no estamos hablando del tema. Y todos estamos pasando por momentos difíciles. Hoy soy amigo de todas, las quiero a todas. Pero ese momento fue muy duro para mí. Porque además de los problemas económicos, tenía temas familiares.

-Y colapsaste.

-Y colapsé. Pero igual, la realidad es que cuando mi psicólogo y mi psiquiatra propusieron internarme, pese al prejuicio que tenía de compartir un cuarto, de ir a un loquero, lo entendí. Y la verdad que tomé la decisión, necesitaba desconectarme de todo, no tener el celular, resetearme. Vuelvo a lo mismo, necesitaba encontrarme. No había nada que me motivara, nada, absolutamente nada, ni lo más querido del mundo me sacaba.

-Y en esa búsqueda, ¿con quién te encontraste?

-Con Benito. Sí, con Benito, con el color. Con la luz. Soy una persona que siempre aposté a todo. Aposté a la vida y ya no tenía ganas de nada. Entonces tuve que encontrar ese Benito. Ni mi nieto me sacaba. Hoy me decís: “Cerrá la boutique o no ves más a tu nieto” y cierro el local de una, las mando a mis clientas a cagar a todas (larga una carcajada). Hoy mi nieto es prioridad en mi vida, es una luz. Y ahora, bueno, mi hija me va a matar, pero voy a ser abuelo de nuevo.

Benito Fernández con un presente luminoso: un nuevo nieto en camino y en pareja. Foto: Cristina Sille.Benito Fernández con un presente luminoso: un nuevo nieto en camino y en pareja. Foto: Cristina Sille.
-¡Felicitaciones!

-Esto es una primicia. Estoy chocho. La verdad que disfruto mucho la cuestión en familia porque aparte yo amo mucho mi casa. No soy de salir, voy a los eventos y estoy diez minutos. Pero siempre fui así.

-¿Y cómo está tu relación con tu hijo que estaban peleados?

-Con mi hijo ahora estamos... Bueno, tuvimos contacto cuando yo salí y él se fue a Brasil. Lo que pasa es que después fue muy difícil la comunicación a la distancia, entonces hay muchas cosas que sanar y bueno, supongo que algún día se dará. Lo adoro, es el amor de mi vida, igual que mi hija Marina. Pero las relaciones familiares son muy difíciles. Es un capítulo que está abierto a escribirse.

-¿Estás en pareja?

-(Titubea al responder) Mmm no, bah, sí estoy con alguien... (ríe cómplice). No, no sé. Es una pregunta muy difícil. Es alguien que no vive en Buenos Aires. Me siento como muy acompañado, muy cuidado. Me gusta lo que genera en mí, lo que genero en él. Siento que todavía no estoy preparado para una pareja. Yo siempre conviví con mis parejas. Yo estuve casado ocho años con Victoria, la mamá de mis hijos, con quien tengo una relación re linda. Tuve cuatro parejas gays, con las primeras estuve tres años cada una y después la última, seis meses. Y hoy lo que me pasa es que todavía tengo que sanar un montón de cosas. Tengo que encontrarme y no es tan rápido. Es un proceso... Pero me pasa que, no sé, ocurrió algo con el banco o qué sé yo y me remonta a ese lugar de locura, de todos los días un quilombo.

-¿Y qué es exactamente lo que sentís?

-Me pongo muy sensible, entonces necesito ir con más tranquilidad. De hecho yo me tomé casi todo el día para esta nota porque sabía que iba ser una entrevista profunda y porque sé que necesito no estar en la vorágine que estaba antes. Dos años atrás hubiera metido una prueba antes que vinieras vos y otra dentro de veinte minutos.

-Te estás escuchando un poco más…

-Me estoy escuchando más y me estoy dando tiempos que antes no me daba. Por ejemplo, llego a casa y las primeras dos horas no atiendo el teléfono. Sábado y domingo igual. Atiendo el teléfono a mi pareja, mi hija, mi nieto, mis amigos, pero ¿viste que la gente habla laboralmente y te escribe los fines de semana? Estoy a cuarenta años de haber empezado mi carrera, tengo 65 años y la semana que viene me voy a hacer el trámite para jubilarme. Voy a cobrar trescientos cincuenta mil pesos. Así que ya me salvé. Este país de locos…

-¿Algo en particular con la idea de la jubilación en vos?

-No, no. Es un hecho simbólico. Me hubiese gustado tener una jubilación acorde a lo que he trabajado. Como que voy a tener que trabajar toda mi vida. Pero también cuidarme toda mi vida, digamos. Pero bueno, sé que lo mío tiene que ver con la imagen, sé que eso es importante, entonces bueno, trato en lo posible de cuidarme lo máximo posible, pero me cansa eso.

-Dentro de muchísimo tiempo: ¿Cómo te gustaría que te recuerden?

-Creo que me van a recordar como un transgresor que atravesó prejuicios, que es lo que más me gusta en la vida, como alguien con un ADN muy fuerte. Yo creo que la gente tiene claro quién es Benito Fernández y me deja tranquilo. Sé cómo me van a recordar. Sé que atravesé muchas cosas, que hice mucho por la moda en la Argentina. Después de la internación fue muy bruto el cariño de la gente. Entonces ya está, tengo mi nieto divino y ahora el que viene. Nada, que me recuerden como eso.


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