El arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, dijo este domingo que “la escuela para aprender a tratarnos mejor y ser creativos para enfrentar los límites es nuestra propia familia”, al reflexionar sobre la coincidencia de muchos en que de esta crisis por el nuevo coronavirus “tenemos que salir mejores personas y pensar en estructurar la convivencia social con una escala de valores en los que efectivamente se priorice a los más vulnerables”.
“La casa se convirtió en un espacio exigente y provocador que nos reclama un nuevo ejercicio de paciencia y diálogo, de perdón y de reencuentro, un lugar de alegría y de fiesta”, dijo.
Stanovnik mencionó a las hermanas clarisas, en cuyo monasterio, el de Santa Clara,celebró la misa del Domingo de Resurrección, y señaló que ellas “son testigos fieles y gozosas de que es posible la convivencia cuando descubrimos que entre nosotros está Cristo vivo, derramando su Espíritu de Amor en nuestros corazones, y derritiendo los hielos de egoísmo que nos confunden, separan y enfrentan”.
“Abramos cada vez más la puerta de nuestro hogar a Jesucristo, para que su amor reine en nuestros corazones, y sea la fuente para el arduo ejercicio cotidiano de amar al prójimo que tengo al lado”, completó.
“Hago mención del contexto en el que nos encontramos [el aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia] para destacar que en esta casa vive un grupo de mujeres que se ‘aisló’ voluntariamente. Algunas llevan más de 40 años viviendo en esta ‘cuarentena’ permanente, y otras que apenas cumplieron 18 años y se están preparando para quedarse aquí definitivamente. ¿No les llama la atención que haya jóvenes que insistan en querer entrar a vivir la clausura en forma permanente?”, dijo.
“En cambio, nosotros no sabemos qué hacer para huir del aislamiento sanitario que aún no lleva un mes, porque no sabemos qué más hacer entre las cuatro paredes de la casa. Pero, por otro lado, y afortunadamente hay quienes viven el desafío de quedarse en casa como una oportunidad para dialogar más en familia, distribuirse más equitativamente las tareas del hogar, preguntarse cómo ayudar a otros sin transgredir la cuarentena, comunicarse por las redes con quienes hace mucho que no hablaban, rezar más y hacerlo en familia, participar juntos de las celebraciones que se ofrecen a través de las redes sociales, y tantas otras iniciativas que pueden surgir de la imaginación tanto de los chicos como de los grandes”, reflexionó el arzobispo.
“Cierran la puerta que da a la calle para abrir otra, por la que dejan pasar a Jesús”
“Estas hermanas descubrieron un tesoro que es más valioso que cualquier otra propuesta que puede ofrecer el mundo. Cierran la puerta que da a la calle no para esconderse y evadirse de los problemas cotidianos, sino para abrir esa otra puerta por la que dejan pasar a Jesús para dejarlo resucitar todas las mañanas en sus corazones, les dé fortaleza para los trabajos de subsistencia que realizan diariamente, las transforme interiormente para amarse como verdaderas hermanas, y las disponga dócilmente a estar al servicio de las más débiles”, agregó.
Luego, se refirió a las “fronteras de riesgo en las que nos puso la pandemia”. “Cuántas personas exponen su vida sirviendo a sus hermanos en las más diversas necesidades: desde los médicos y personal sanitario, los que cuidan de la población ejerciendo con responsabilidad su función pública, sacerdotes que continúan ateniendo a los enfermos en sus domicilios, consagradas que se las ingenian para estar cerca y consolar a los que están atribulados por esta situación, y los encargados de los servicios de provisión, limpieza, etc.”, citó.
“Donde hay un gesto generoso de desprendimiento de sí mismo a favor de otro, se pone en movimiento una fuerza contra la que ningún mal tiene poder para detenerla. El amanecer de la resurrección de Jesucristo es la victoria definitiva del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte”, añadió.
Por ello, planteó que “también nosotros, junto con Pedro y Juan, nos asomamos a los sepulcros de hoy en los que, lamentablemente, continúan habiendo señales de muerte causadas por la ambición y egoísmo de los hombres; pero también con ellos creemos que con el poder de Cristo resucitado es posible superar todo mal y soñar con un mundo en el que nos cuidemos más y atendamos primero a los más pobres y sufrientes” .
“Aunque el aislamiento no nos permite comulgar sacramentalmente, lo haremos espiritualmente con la certeza de que la presencia real de Cristo resucitado y vivo entra en mi vida si lo deseo y suplico con humildad. Confiémonos a su Madre, Virgen gloriosa y bendita, y que ella nos libre pronto de esta amenaza”, dijo.
Domingo, 12 de abril de 2020