Christian Wulff dejó el poder, acusado en una causa por prevaricación. Expertos estiman que su caso será archivado, pero con la salida evita una sanción moral del Congreso. La canciller Angela Merkel suspendió un viaje a Roma
"Abro el camino para un sucesor. Para que Alemania tenga un presidente que goce de una inmensa mayoría de los ciudadanos", dijo el mandatario al momento de presentar su renuncia al cargo. La "confianza" de mis conciudadanos está "afectada", explicó Wulff desde la sede de la presidencia en Berlín, en la que reconoció haber cometido errores pero no presentó excusas.
"Por esta razón -dijo- ya no me es posible ejercer mis funciones. Es por esto que dimito", declaró solemnemente Wulff, un conservador quer Merkel había conseguido difícilmente que fuese elegido a la presidencia en 2010.
Wulff venía resistiendo la presión desatada sobre él el 13 de diciembre pasado por la noticia del diario sensacionalista Bild de que, siendo primer ministro del estado de Baja Sajonia, había ocultado al Parlamento de dicho estado un crédito de medio millón de euros de la esposa de un empresario amigo para comprar una casa para su segunda mujer.
El Presidente en el momento de que Bild se hiciera sobre la noticia, estaba de gira en el Golfo Pérsico. Enardecido llamó por teléfono al director del diario para frenar o demorar la publicación y le dejó un mensaje en el buzón de voz con amenazas que fueron la comidilla de los medios.
Pero esto era sólo el comienzo. Le siguió la repentina destitución de quien fue su vocero durante años, Olaf Glaeseker, ahora investigado por sospecha de corrupción al haber beneficiado con fondos públicos a un organizador de eventos en cuyas residencias él pasó vacaciones gratuitas.
Y cuando la tormenta parecía amainar, aparecieron detalles sobre invitaciones a hoteles de lujo por parte de un productor de cine que recibió para su empresa una garantía del estado de Baja Sajonia, gobernado entonces por Wulff.
Justamente unas vacaciones cortas en un hotel en la exclusiva isla de Sylt, en el Mar del Norte, podrían convertirse en su perdición. El productor David Groenewold pagó la estadía y Wulff le devolvió el dinero en efectivo, afirman los abogados contratados por el jefe de Estado para defenderse de las múltiples acusaciones de la prensa.
Independientemente de los resultados de las pesquisas, todos los que claman por la dimisión de Wulff verán confirmadas sus demandas.
Wulff no está obligado a dimitir, pero no podría mantenerse en el puesto si se eleva la acusación en su contra. La cuestión es más bien si él y su joven esposa Bettina podrán soportar la presión. El escándalo ha hecho mella en el político, que ha perdido peso y se muestra inquieto y disperso en sus apariciones en público.
Le gustaría dedicarse a sus compromisos políticos, como lo hizo en la visita que realizó esta semana a Italia, cuando abogó por la unidad de Europa. Pero incluso en esa visita de Estado tuvo que soportar las penetrantes preguntas de los periodistas que lo acompañaron. De poco le sirvió que en el país anfitrión a nadie le interesara el escándalo y de que se tratase más bien de minucias comparadas con lo ocurrido en Italia.
Viernes, 17 de febrero de 2012