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Conflicto
Ahorraba para los 15 de su hija y lo lincharon al confundirlo con un ladrón: ¿los grupos de WhatsApp exacerban la ira?
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Viernes, 18 de julio de 2025

Jeremías Sosa, albañil, fue atacado por un grupo de "Vecinos en alerta" que creyeron que había robado una casa, en Luján.
Lo golpearon hasta matarlo.


Sábado 22 de febrero en Olivera, Luján, a 75 kilómetros de CABA. Jeremías Sosa, 31 años, albañil misionero, corre por la avenida Juan XXIII, entre Reconquista y Remedios de Escalada. De pronto se le acerca una persona, y otra, y otra, y otra más, lo frenan, le pegan un palazo, le atan las manos y los pies y lo linchan: lo golpean hasta matarlo.

Un rato después, en el Hospital Nuestra Señora de Luján confirman que Sosa había fallecido "por un shock neurogénico provocado por un traumatismo de cráneo". Una paliza letal.

¿Por qué lo castigaron con semejante saña? Por error. Porque los asesinos, que formaban parte del grupo de WhatsApp llamado Vecinos en alerta, creyeron que Jeremías era un ladrón que había intentado robar una casa en esa localidad de 2.500 habitantes al pie de la Ruta 5, entre Luján y Mercedes, y pretendieron hacer justicia por mano propia.

Les salió pésimo.

¿Cómo puede pasar algo así? ¿Qué variables se combinan para llegar a una situación de estas características? ¿Las redes sociales y los grupos de WhatsApp exacerban la ira?

Disfrutar matando
"'Buenos días, mi amor', me escribía Jeremías cada mañana, y me mandaba una foto tomando mate en la obra en la que estuviera trabajando", cuenta Carolina Sotelo, la mujer de Sosa, desde Jardín América, a 100 kilómetros de Posadas, Misiones.

Carolina está devastada por la pena de haber perdido a su pareja pero hace fuerza para no quebrarse. "Justo ahora estoy en el cementerio", aclara cuando atiende el teléfono. "Salí de trabajar y sentí la necesidad de venir a visitar un rato a Jeremías".

-¿De qué trabajás?

-En un local de ropa. Al principio vendía ropa en la calle... Pero con mi marido logramos poner una tienda a fines del año pasado. Con Jeremías, además, armamos un comedor para darles de comer a unos 20 chicos de bajos recursos de entre 11 y 16 años, algunos de ellos con adicciones... Lo inauguramos en 2017. Más que un comedor es una gran familia.

-¿Lo vas a mantener abierto?

-Sí, cueste lo que cueste, como un homenaje a Jeremías.

El sábado que lo mataron, Sosa trabajó hasta el mediodía en una obra en Tigre, donde también vivía, entre ladrillos, baldes y bolsas de cemento, y luego se fue a visitar a su hermana Melanie a su casa de Olivera. A Jeremías lo acompañaba su papá, Esteban Sosa, que también es albañil.

Jeremías iba y venía de Misiones a Buenos Aires por trabajo. Podía estar uno, dos, tres meses, y volvía a su ciudad. Había terminado una obra en Morón y estaba por empezar otra en Temperley. Ahora ahorraba para poder organizarle la fiesta de 15 a su hija Sabrina. "Siempre fue un papá muy presente. A nuestro hijo más chico, también Jeremías, de tres años, lo saludaba todos los días con una videollamada", cuenta Carolina, y se vuelve a emocionar.

En la casa de su hermana Melanie, a la tarde, Jeremías se empezó a sentir mal. Su hermana se había ido a comprar algo a Luján, a unos 15 kilómetros de Olivera, y cuando volvió, ya de nochecita, se encontró con que Jeremías estaba nervioso, transpirando, con otro ataque de pánico, algo que le venía sucediendo desde noviembre del año pasado. "Mi marido le dijo a su hermana que le faltaba el aire. Entonces, Melanie le recomendó que se duchara y saliera a dar una vuelta", avanza Carolina.

Jeremías le hizo caso. Pero se empezó a sentir peor. "Entonces pidió ayuda en algunas casas. En eso pasó una moto con chicos gritando y haciendo ruido con el caño de escape. Jeremías se asustó y su primera reacción fue salir corriendo, lo que debe haber despertado sospechas entre algunos vecinos. Al mismo tiempo, su hermana salió a buscarlo. Ahí, Melanie recibió un mensaje al grupo de WhatsApp Vecinos en alerta, al que también pertenecía, que decía: 'atraparon a un chorro y lo tienen acá, en la calle'. Se referían a Jeremías".

-Pero en ese momento no había ninguna denuncia por robo ni de intento de robo que pudiera apuntar contra Sosa.

-No, no había nada. Además, Jeremías estaba vestido con un short y ojotas. ¿A quién se le puede ocurrir que alguien va a salir a robar en ojotas? Ni siquiera eran ojotas de las que se enganchan entre los dedos, eran tipo chanclas... Tampoco tenía mochila... Ni siquiera había salido con el teléfono celular.

-¿Por qué le pegaron de esa manera?

-Es lo que yo me sigo preguntando... Mientras le pegaban, mi marido decía que estaba perdido y pedía que lo llevaran a la casa de su hermana. Pero fue como si disfrutaran matándolo. La finalidad del grupo de WhatsApp Vecinos en alerta era avisar si veían algo raro, pero no salir a golpear salvajemente.

Cinco detenidos y tres prófugos
Caratulada "homicidio agravado por ensañamiento, alevosía o insidia", la causa la lleva el Juzgado de Garantías N° 3 de Mercedes, a cargo del juez Patricio Arrieta, y contempla una pena de prisión perpetua. La investigación quedó en manos de la fiscal María Laura Cordiviola

En junio, después de haber estado más de tres meses prófugo, fue detenido el quinto sospechoso del asesinato: Néstor Rebottaro, de 41 años. Lo encontraron en una cabaña ubicada en la isla “La Botija”, situada donde se unen el Río Paraná de las Palmas y el Paraná Guazú, en Zárate. La captura se logró gracias al seguimiento encubierto a familiares de Rebottaro.

En abril ya había sido apresado Franco Gutiérrez, de 28 años, mientras salía de una vivienda ubicada en el cruce de las calles Mitre y 9 de Julio, también en Luján. El 23 de febrero, al día siguiente del crimen, habían caído Lucas González Bonomo, de 23, Gustavo Rocha, de 49, y Álex Iñeguez, de 23.

"Los tres involucrados en la muerte de Sosa que siguen prófugos son Walter Atrio y sus sobrinos Matías y Agustina Atrio", explican desde la fiscalía. Según trascendió, Rebottaro habría señalado a Walter Atrio como el responsable directo del asesinato de Sosa: afirmó que fue él quien lo golpeó hasta matarlo.

Dinero y poder
A principios de abril, en esta estrategia de acusaciones cruzadas, Agustina Atrio había enviado una carta a la Justicia para desligarse del caso. Según su relato, todo comenzó a las 22.15 del sábado 22 de febrero de 2025, cuando ella estaba en su casa con dos amigas y escucharon gritos en la calle. "Decidimos salir a ver qué pasaba", dijo.

Luego, Atrio contó que se encontró con un grupo de personas que decían que alguien había intentado entrar a su casa. "Llamé al 911. Ahí vi a un joven tirado en el pasto, entre la vereda y la calle, frente a la casa de la vecina Claudia Orellano".

Siguió: "Sobre él se encontraban tres personas: Gustavo Rocha, a la altura de la cabeza, Franco Gutiérrez, sobre el torso, y Álex Iñeguez, en la zona de las piernas".

Atrio aclaró que en ese momento no fue testigo de agresiones, sino que los tres "intentaban sostener al joven (Sosa), ya que se movía con mucha fuerza y parecía estar fuera de sí". Siempre de acuerdo con su versión, la imputada destacó que el albañil gritaba frases como "Jorge está armado" y "llamen al comisario de Tigre".

La mujer también explicó que vio llegar a Matías Atrio, quien "comenzó a insultar al joven" hasta que lo apartaron del lugar. Y a quien sí señaló como agresor fue a Rebottaro. "Observé claramente que Néstor Rebottaro se acercó al joven en el suelo, le levantó la cabeza (creo que sujetándolo del pelo) y le propinó dos golpes en la cara".

Según este mismo testimonio, la vecina Susana Amarilla intentó calmar al atacante diciéndole que "ésa no era la manera", y Rebottaro le respondió que "ella decía eso porque no habían entrado a su casa". Después se refirió a Franco Gutiérrez: "Con sus rodillas sobre la espalda, intentaba atar al joven con una soga".

Cuando llegó la Policía, "las personas que sostenían al joven se apartaron y permitieron que se acercara el patrullero. Bajaron dos efectivos. La mujer policía le colocó las esposas al joven y fue ahí cuando escuchamos decir que estaba inconsciente".

Sobre su participación en el episodio, Atrio aseguró: "Jamás ejercí ningún acto de violencia contra el joven. Nunca estuve cerca de la cabeza ni le propiné ningún golpe en el cuerpo".

Por lo que contaron algunos vecinos, Agustina fue quien consiguió la soga para atar a Jeremías", dice Carolina Sotelo, la mujer del albañil. "Los imputados que siguen prófugos se pueden mantener en esa condición porque tienen dinero y poder. Son dueños de supermercados, campos, tienen varias propiedades en Olivera y Luján, varios autos, una casa en Villa Gesell... Además tienen contactos con gente poderosa".

Por estos días, a González Bonomo, Iñeguez y Gutiérrez les rechazaron el pedido de prisión domiciliaria que presentaron sus defensas. "González Bonomo había propuesto un domicilio en Villa de Mayo, partido de Malvinas Argentinas, Iñeguez ofreció vivir en Lima, Zárate, y Gutiérrez planteó radicarse en el barrio Los Paraísos, de General Rodríguez", describen desde la fiscalía.

Monitoreo
El Municipio de Luján, cuyo intendente es el peronista Leonardo Boto, lanzó en 2020 la aplicación Luján Alerta 24, "una herramienta que brinda a los vecinos la posibilidad de alertar al Centro Operativo de Monitoreo sobre diferentes emergencias en tiempo real".

En este sentido, ya instalaron la aplicación más de 1.700 vecinos. Además, se colocaron 21 alarmas comunitarias. Las altas al sistema las ejecuta la Secretaría de Protección Ciudadana a través de rees en sociedades de fomento, visitas a escuelas secundarias y encuentros con vecinos que tuvieron algún problema.

La aplicación incluye una botonera con tres tipos de emergencia: "ambulancia", "policía" y "bomberos". Al pulsar cada opción, el personal del Centro Operativo de Monitoreo puede identificar quién y dónde está accionando la aplicación. También cuenta con dos botones "extra" que permiten encender la luz y hacer sonar la alarma comunitaria instalada en cada zona.

"Se recuperó una política integral de protección ciudadana, teniendo en cuenta que al inicio de la gestión no existía articulación con las fuerzas de seguridad, el poder judicial y la propia comunidad”, dijo el intendente Boto.

Como un trofeo
Melanie Sosa, de 32 años, es la hermana de Jeremías que salió a buscarlo por el pueblo y lo encontró esposado y muriéndose. Vive sola en Olivera. "A los 18 años me fui de Misiones a CABA, conocí a un chico de Olivera y me vine para acá", cuenta.

Queda dicho: Melanie integra el grupo de WhatsApp Vecinos en alerta que se creó para denunciar situaciones sospechosas y confundió a su hermano con un ladrón. "El grupo fue creado el año pasado y tiene 214 integrantes", describe la joven.

Si tiene que responder por qué los vecinos le pegaron a su hermano con tanta fiereza, dice: "La gente estaba cansada de los robos, de que viniera alguien de otro pueblo y se llevara una garrafa, una bicicleta... Supuestos vendedores ambulantes que terminan robando. En el caso de mi hermano, creo, la gente descargó toda la bronca que tenía acumulada desde mucho tiempo atrás. Por lo que contaron varios testigos, los que le pegaron fueron como 20 personas. Se acercaban, le pegaban y se iban. Lo pateaban en el piso, como si mi hermano fuera un trofeo".

-Pareciera que en los grupos de WhatsApp la gente se enfurece sin medir las consecuencias.

-Sí. Un vecino dice algo y otro vecino lo sigue sin pensar demasiado... Después de la muerte de mi hermano, mucha gente salió del grupo de WhatsApp porque se dio cuenta de que se habían mandado una macana importante, que mi hermano no era ningún chorro sino que estaba sufriendo un ataque de pánico y por eso golpeó la ventana de una casa pidiendo ayuda, que somos gente de bien, de trabajo, que nunca le hicimos mal a nadie sino todo lo contrario... Mucha gente, también, borró los mensajes que había dejado en el grupo cuando se empezó a decir que habían encontrado a un "sospechoso"....

Ansiedad digital
Según los especialistas, WhatsApp, con más de dos mil millones de usuarios, es una herramienta útil para la comunicación pero puede generar "ansiedad digital".

"Vivimos en modo multitasking", plantea el psicólogo Alejandro Schujman, autor de libros como Generación Ni-Ni. "Y en tiempos de hiperconectividad la comunicación se hace muy compleja. En los grupos de WhatsApp vemos todos los vicios de los seres humanos. Se juegan los egos, la verborragia digital, la ansiedad virtual, la crueldad del ser humano... Se juega lo peor de cada casa. La inmediatez que facilitan las herramientas tecnológicas nos permiten actuar desde el impulso y lejos de las habilidades que podríamos usar para gestionar el padecimiento. Bloqueamos, silenciamos, nos vamos, reportamos, aunque esta última herramienta no es tan frecuente. La inmediatez, los impulsos y la ansiedad son los comandantes de nuestras acciones".

No es un fenómeno nacional sino que sucede en buena parte del mundo. La psicóloga Sally Youdale, de la Clínica Toc de Brisbane, en Australia, señala que el WhatsApp y su flujo constante de mensajes puede resultar "abrumador", sobre todo para aquellos "que son sensibles a la sobrecarga sensorial". Y esto puede ser peor en los chats grupales, donde el intercambio de diálogos aumenta de manera exponencial.

Para controlar esa ansiedad, profundiza Youdale, puede ser útil la "comunicación consciente", que sería algo así como tomarse un tiempo para reflexionar antes de responder. "Esto puede ayudar a controlar el ritmo de las conversaciones, mejorar la calidad de las interacciones y aliviar la ansiedad de decir impulsivamente algo incorrecto".

A su vez, la doctora Catriona McCabe, presidenta de la Sociedad Australiana de Psicología, señala que los chats grupales pueden ser más problemáticos para las personas introvertidas. "Las aplicaciones de mensajes están diseñadas para que los usuarios sientan que se pierden algo si no participan constantemente en el chat. Esa presión para conversar pueden causar estrés y ansiedad, especialmente a quienes son tímidos por naturaleza", señala.

Como los chats grupales implican la comunicación con varias personas a la vez, el miedo al rechazo puede hacer que alguien sienta ansiedad "por lo que el resto del grupo pueda pensar de sus contribuciones". También se pueden comparar sus propias respuestas con las del resto del grupo, lo que puede generarles estrés "si perciben que no cumplen con las expectativas de sus compañeros".

Tanto Youdale como McCabe explican que, en todo caso, la clave para controlar la ansiedad en los grupos de WhatsApp es fijar límites. "Esto podría implicar establecer horarios específicos para revisar y responder mensajes", plantean. Claro: en un grupo como el de los Vecinos en alerta de Olivera esto no tendría ningún sentido. Lo que se proponen, justamente, es estar comunicados todo el tiempo, con plena disponibilidad.

Sin consuelo
Como sucede en otras localidades, los vecinos de Olivera no confían en la Policía. "Si hay algún episodio de inseguridad, es difícil que aparezca la Policía", dice Melanie Sosa, hermana de Jeremías. "Por si fuera poco, ahora, tras la muerte de mi hermano, algunos policías nos empezaron a decir: 'Tengan cuidado con lo que declaran sobre este caso...'".

Melanie conoce a la mayoría de los implicados en el crimen de Sosa. Ahora trabaja en la compraventa de indumentaria, pero hasta hace unos meses atendía un kiosco del pueblo. Y ahí se los cruzaba a todos. Al que veía más seguido era a Néstor Rebottaro, sobrino del dueño del kiosco. Además, antes de que lo detuvieran, vivía a tres cuadras de su casa.

"Hace poco me crucé al hijo de Rebottaro y me insultó. Lo mismo me pasó con la abuela de Lucas González Bonomo, otro de los detenidos. Se la agarran conmigo como si yo los hubiera acusado o como si yo hubiera hecho el trabajo de la Justicia", agrega Melanie, enojada.

Y concluye: "Las víctimas somos nosotros. Mi familia está muy deprimida. No podemos creer lo que pasó con mi hermano. Jeremías no se murió por una enfermedad ni por un accidente. Lo mataron de la peor manera que se puede matar a alguien. Y recién vamos a poder hacer el duelo cuando los responsables paguen por lo que hicieron".


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