El ingeniero Hugo Rohrmann analizó las causas del desastre y advirtió que, más allá de los recursos o la tecnología, si no se toman decisiones sobre el uso del suelo y la prevención, las tragedias se repiten.
El saldo de la crecida repentina del río Guadalupe, en Texas (EE.UU.), ya supera los 100 muertos, con decenas de personas aún desaparecidas. Las imágenes recorrieron el mundo y despertaron interrogantes sobre cómo pudo ocurrir un desastre de tal magnitud en una potencia mundial. Para analizar lo sucedido, el ingeniero en Recursos Hídricos Hugo Rohrmann, docente de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Nordeste, aportó su visión técnica y comparó la situación con eventos similares en Argentina.
“Fue una crecida repentina: no llovía en el lugar del desastre”
“El evento en Texas fue una lluvia excepcional. Lo que sucedió tiene las características de las crecidas en los arroyos de Córdoba”, explicó. “Llueve fuerte en la cuenca alta, no en el lugar de la tragedia, entonces la gente no percibe el peligro. Pero en minutos, el agua baja con fuerza y provoca una crecida muy rápida, que puede durar algunas horas y causar muchos daños. Fue una crecida repentina que no le dio la posibilidad de correr".
Según el especialista, ese tipo de crecidas son difíciles de advertir si no se comprende el comportamiento de los cursos de agua: “En el lugar donde ocurrió la mayor mortandad no estaba lloviendo. Por eso no hubo tiempo para que muchos pudieran escapar”.
Texas tenía identificadas las zonas de riesgo, pero falló el sistema de alerta
Una parte importante del análisis fue el reconocimiento de que Estados Unidos cuenta con mapas de riesgo hídrico muy detallados, incluso para eventos extremos que podrían ocurrir una vez cada cien años. Sin embargo, eso no impidió la tragedia.
“Está claramente definido qué zonas se inundan ante crecidas chicas, medianas o grandes. Y sin embargo, había campamentos de niños instalados en esos lugares. Eso agudizó el impacto. Alguien se olvidó, miró para otro lado o no advirtió la magnitud de la crecida que venía”, sostuvo el ingeniero.
También señaló que en los países desarrollados se utilizan herramientas como seguros costosos o restricciones legales para desalentar la urbanización en zonas inundables, aunque esas medidas no siempre alcanzan.
El caso Bahía Blanca: una falla similar
En su comparación con el caso de Bahía Blanca, donde también se produjeron inundaciones graves por lluvias intensas,Rohrmann subrayó que en Argentina no se traduce el pronóstico meteorológico en medidas concretas. “El Servicio Meteorológico Nacional avisó que iba a llover mucho, pero no se explicó qué implicaba eso para la ciudad. ¿Qué zonas se inundan? ¿Quién tiene que evacuar? Eso faltó”.
En ese sentido, remarcó: “Una cosa es decir que va a llover 300 mm, y otra es saber qué significa eso para un determinado arroyo o barrio. Esa conexión no está clara, y por eso la gente no sabe si tiene que preocuparse o no”.
“No hacemos nada frente al cambio climático”
Rohrmann apuntó contra la falta de planificación territorial, incluso en contextos donde ya se conoce el riesgo. “El 80% del problema es que seguimos urbanizando en lugares que ya sabemos que son inundables. Eso no tiene nada que ver con el cambio climático: es pura irresponsabilidad”, afirmó. “Y el 20% restante, que sí podría estar asociado al cambio climático, tampoco lo estudiamos”.
Explicó que en países como Australia o Nueva Zelanda, los planes urbanos ya consideran proyecciones climáticas de largo plazo: “Antes de urbanizar, ya se calcula cuánto puede aumentar la temperatura y la intensidad de lluvias en los próximos 50 años. Se diseña con márgenes de seguridad. Acá ni eso hacemos. Acá todos dicen ‘cambio climático’, pero nadie toma decisiones”.
El ingeniero fue tajante respecto a las responsabilidades políticas y sociales en torno al uso del suelo: “En la costa chaqueña, por ejemplo, todos saben que es una zona inundable. Y sin embargo, cada vez hay más gente viviendo allí. Eso no es cambio climático. Es aceptar que vivan en zonas de alto riesgo, que ya vimos inundarse diez veces”.
Y remarcó: “Cuando uno urbaniza en un área con riesgo histórico de inundación, no puede decir ‘nunca pasó’. El río Paraná tiene miles de años. Si no conocemos su historia completa, no podemos decir que algo no puede ocurrir”.
Miércoles, 9 de julio de 2025