Con una carta firmada por el obispo de Goya, Ricardo Faifer y los sacerdotes de Mercedes, la Iglesia correntina saludó a los peregrinos que llegarán a Mercedes para honrar al Gauchito Antonio Gil. Cada año, cientos de miles de devotos llegan al santuario mercedeño y la grey católica se acerca cada vez más a la festividad.
Son cada vez más los fieles que llegan desde diversos puntos del país hasta el santuario levantado a la vera de la Ruta 123 en Mercedes, para honrar al Antonio Gil. El 8 de enero se recuerda el día en que este gaucho correntino fue abatido y a partir de allí comenzó a obrar milagros, según cuenta la historia.
La Iglesia católica no pudo permanecer ajena a esta devoción, y desde hace algunos años, una procesión parte desde la parroquia Las Mercedes en la ciudad hasta el santuario donde se encuentra la Cruz Gil. Sin aceptarlo como un santo, la grey católica se centra en la Cruz como símbolo de devoción.
En ese marco, este año una vez más el obispo de la Diócesis de Goya, de la que forma parte Mercedes, Ricardo Faifer, junto a sacerdotes de esa comunidad, firmaron una carta dirigida a los peregrinos que llegarán mañana al santuario en honor al Gauchito Antonio Gil.
A continuación les compartimos el texto completo de la misiva:
1. El Obispo Ricardo Faifer y los Sacerdotes de Mercedes saludamos a las hermanas y hermanos peregrinos que, en este 8 de enero, movidos por su devoción, se congregan en gran número junto a la “Cruz Gil”. A su vez, saludamos a los hermanos mercedeños que reciben “al que está de paso” y, con su trato respetuoso y servicial, honran el nombre de cristianos.
La carta a los peregrinos del año pasado hacía referencia a la “Novena a la Cruz”, publicada entonces. Este año, nuevamente la recomendamos porque es un material útil para enriquecer con la Palabra de Dios el recuerdo de Antonio Gil y nuestros queridos difuntos.
2. Este recuerdo, enriquecido con la Palabra de Dios y centrado en la Cruz de Cristo, es una ocasión propicia para reavivar nuestra fe en Cristo, muerto y resucitado.
Es bueno recordar una vez más que, cuando ponemos la Cruz en la sepultura de nuestros queridos difuntos, estamos indicando que allí están las cenizas o el cuerpo de un cristiano. Con ese solo hecho, sin palabras, estamos diciendo que, tanto el difunto como nosotros, sus familiares y amigos, creemos en Jesucristo, Muerto y Resucitado, que venció la muerte con su Resurrección. Estamos diciendo que, quienes recibieron de Cristo la vida plena de hijos de Dios, están vivos con Cristo, y de Él recibirán también la resurrección. Y si ellos están con Dios, nos pueden ayudar porque, en la comunión de los Santos, están unidos a nosotros.
Queridos amigos, la Cruz es el signo cristiano por excelencia. En ella Cristo venció al mal, al pecado y a la misma muerte.
La Cruz es la manifestación más bella del amor de Cristo por cada mujer y varón de la historia. Por eso, cada uno puede decir con toda verdad: “Cristo me amó y se entregó por mí”.
Contemplemos la Cruz. Fijemos la mirada en Jesucristo que no se cansa de tener sus brazos abiertos esperándonos para la alegría del encuentro. Que podamos vivir la felicidad de encontrarnos con Él y experimentar la misericordia, el perdón, la alegría y la esperanza que solo Él puede darnos.
3. El Papa Francisco, en un Documento reciente que se llama “La alegría del Evangelio”, se ha expresado con palabras que tienen mucho que ver con esta reflexión que venimos haciendo. Por eso las compartimos con Uds.:“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría que nos regala el Señor». Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. Éste es el momento para decirle a Jesucristo: «Señor, me he dejado engañar, de mil maneras escapé de tu amor, pero aquí estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Rescátame de nuevo, Señor, acéptame una vez más entre tus brazos redentores». ¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!!” (Nº 3)
Con estas palabras tan hermosas y consoladoras, nos despedimos de Uds., deseándoles una vida llena de alegría y esperanza. Que tengan un regreso feliz. Los cuide siempre nuestra Tierna Madre de Itatí.
Rezamos por Uds. Recen por nosotros. ¡Gracias!
Martes, 7 de enero de 2014