El ladrón fue buscado recién 7 horas después del hecho y cuando el médico confirmó con la radiografía los dichos de la víctima. Una joven que regresaba a la madrugada de su trabajo en el Casino de Curuzú Cuatiá fue baleada en la cabeza por un delincuente que le sustrajo el celular.
Herida llegó a la comisaría para formular la denuncia y la hicieron esperar más de 20 minutos hasta que desistió y fue al hospital. Hasta el médico de guardia dudó en que tenía el plomo en la cabeza. Una placa corroboró los dichos de la víctima.
Si bien el hecho ocurrió el lunes pasado alrededor de las 4 de la madrugada, recién se conoció en las últimas horas cuando la víctima arribó a la capital correntina para realizarse una tomografía para descartar secuelas.
Paola Acuña (22) fue interceptada a 3 cuadras de la comisaría Primera por un ladrón que la tomó del cuello y le sustrajo su celular. La joven dijo que jamás se resistió al robo pero la situación la asustó de modo tal que, en medio del ataque y luego de que el bandido ya le había sacado el celular, comenzó a pedir auxilio a gritos y esto molestó al ladrón que extrajo un revólver calibre 22 y le disparó a la cabeza.
Debido a que el tiro fue efectuado a corta distancia, la bala quedó alojada entre el cráneo, que resultó impactada y astillado, y el cuero cabelludo.
Siempre según el relato de la víctima, tras la fuga del ladrón, la joven corrió hasta la casa donde alquila junto a una compañera de trabajo y le relató lo sucedido. Todavía herida y sumamente confundida tomó su bicicleta y fue hasta la comisaría donde halló a la guardia durmiendo.
Paola contó que el policía que la atendió tenía cara de dormido y que, de hecho, le dijo que aguardara hasta que se despierte el oficial que iba a tomar la denuncia, por lo que tuvo que esperar sentada por más de 20 minutos a ser atendida, algo que jamás sucedió en la seccional. “En la guardia estaban durmiendo los policías”, dijo.
Acuña señaló que comenzó a sentirse mal. Se paró, salió de la dependencia, tomó su bicicleta y se fue directamente hacia el hospital Fernando Irastorza, para hacerse atender en la sala de urgencias. Allí el médico de guardia que la examinó no creyó la historia de la joven sobre el balazo y no fue sino hasta que el enfermero le dijo que sería bueno comprobar mediante una placa la versión de la víctima cuando constataron que en efecto el plomo estaba alojado entre el cráneo y el cuero cabelludo.
Recién a las 11 de la mañana del lunes y cuando el médico dio aviso a la policía comenzaron a rastrillar la zona, es decir siete horas después de lo sucedido. Por supuesto, el delincuente nunca fue detenido. Está claro que, más allá del acto criminal del bandido, hay algunas conductas en toda esta secuencia de hechos que deberían ser motivo de por lo menos un pedido de informe o una revisión por parte de las autoridades, tanto policiales como médicas.
Martes, 31 de julio de 2012