Roberto Baruzzo es uno de los dos combatientes que obtuvo la Cruz al Heroico Valor en Combate, la máxima distinción que otorga el país a un militar.
"Llegar a Malvinas era como estar en la antesala del infierno"
Salió desde Mercedes con su unidad pensando que iban a custodiar el frente con Chile y terminó en Malvinas. El recuerdo en esta entrevista para sus soldados, "hombres valerosos de quienes todo lo aprendió" Baruzzo (izq.) fotografiado por los ingleses luego ser ser hecho prisionero
Con su compañero de armas, el cabo Rodríguez Con su unidad en el Regimiento 12 de Mercedes De pequeño en la escuela primaria en su Riachuelo natal Durante la ceremonia de graduación en la Escuela de Suboficiales "Sargento Cabral" En su trabajo, en el Invico Durante la inaug Los diplomas recién exhibidos por Baruzzo en el living de su casa Su busto en la esquina de San Juan y Costanera Sus hijas en la calle que lleva su nombre en la localidad de Riachuelo
Autor: Guillermo Pereira Poizón - diarioepoca.com Él obtuvo en Malvinas la condecoración más alta que otorga el país a un militar, tiene un busto en la ciudad de Corrientes y una calle en el municipio del Riachuelo lleva su nombre, Julián Zini le dedicó sus versos en “Correntino Malvinero” y hasta Mario Boffil lo homenajeó en su canción “Los Ramones”. Él se sabe, no obstante, un ignoto para gran parte de la ciudadanía correntina y el país.
Pero lejos de aprovechar la entrevista para levantar perfil, Roberto Baruzzo dedica varios tramos de las casi tres horas de charla con diarioepoca.com a enfatizar “el ejemplo de vida” que para él son los soldados a quienes condujo desde su unidad. Esos a los que algunos llaman “conscriptos” y otros “chicos de la guerra”, para él son “hombres valerosos de quienes todo lo aprendió”.
Con ellos salió en la mañana del 4 de abril de 1982 desde la ciudad de Mercedes, donde tenía asiento el Regimiento 12 del Ejército, inicialmente a vigilar la frontera con Chile –el vecino del que había que cuidarse por aquel entonces-. Y hacia allí iban, viajaron primero a Paraná en tren, desde allí a Comodoro en avión, y de la “ciudad del viento” hacia su destino final en camión, cuando les informaron que había un cambio de planes: “Hay que ir a Malvinas”, fue la escueta orden.
Y luego las islas -“la antesala del infierno”, según él mismo las define-, los traslados, la espera interminable y los combates en los que mostró su valía salvando la vida de varios de sus compañeros. Aunque, muy especialmente, la del teniente primero Jorge Echeverría a quien, gravemente herido, mantuvo vivo mientras peleaba cuerpo a cuerpo, sin más que un cuchillo porque ya había agotado la munición, con los efectivos del Batallón 42 de los Royal Marines, hasta su captura. Por esa acción sería condecorado, luego, con la Cruz al Heroico Valor en Combate, la máxima distinción que otorga el país a un militar (el otro, que la obtuvo post-mortem, fue el sargento primero Mateo Sbert, muerto en el combate de Top Malo House).
Baruzzo no era conscripto, pero tampoco venía de familia de tradición militar. Había entrado al Ejército, dos años antes del conflicto, en una “salida desesperada en busca de trabajo”.
“En Riachuelo (allí nació) trabajé desde muy chico con mi padre pescando y cazando, pero no había futuro así que fui Corrientes a ver si podía conseguir trabajo”, recuerda sobre su infancia. “Vendí diarios pero no alcanzaba, hasta que un coronel de Gendarmería –de apellido Arrúa- me sugirió que probara suerte en la Sargento Cabral (la Escuela de Suboficiales del Ejército), que con mi manejo del terreno y mis habilidades para disparar iba a andar bien. Yo buscaba trabajo con desesperación así que fui.”
De allí egresó con el grado de Cabo de Infantería del Escalafón Comando en diciembre de 1980 y se integró al Regimiento 12 de Mercedes, donde se desempeñaba como instructor cuando se enteró del desembarco argentino en Malvinas
-¿Qué pensó cuando se enteró de la toma de las islas?
- La verdad es que el regimiento era todo euforia, pero yo estaba amargado, no por mí sino por mis soldados, a ellos no quería que nada les pasara. Recuerdo que me fui a acostar y al rato apareció un compañero que me decía que no me preocupara, que seguramente iríamos a vigilar el frente con Chile. Pero yo no dejaba de pensar en la posibilidad de entrar en combate y que a alguno le pasara algo.
- ¿Y ellos, sus soldados, cómo estaban?
- Ellos estaban eufóricos. Y trataban de tranquilizarme explicándome que “no íbamos a ir nosotros a las islas habiendo tantos regimientos en el Sur”. Esos jóvenes fueron y son un auténtico “ejemplo en mi vida”, “ejemplos de soldado”. Recuerdo que antes de partir, a los dos días de conocida la noticia, nos formamos en el patio y los miré uno por uno, y nuevamente me amargué porque seguía pensando que si entrábamos en combate muchos de ellos no iban a volver.
- Y en su viaje hacia la frontera con Chile ¿Cuándo se enteraron que iban finalmente a Malvinas?
- Fuimos de Mercedes a Paraná en tren, de allí en avión a Comodoro, y el resto del camino lo debíamos hacer en camión. Ya teníamos más de un día de viaje a bordo del comboy que nos transportaba cuando nos ordenaron regresar. Y allí una vez más, la hombría de mis soldados, que no eran los “soldaditos de la guerra” -como escuché decir varias veces- sino auténticos hombres, para asimilar la noticia. A mí se me cayó la estantería cuando me dieron la orden, porque no quería que les pasara nada. “Y bueno mi cabo, iremos a conocer Malvinas”, fue su respuesta.
- ¿Sabían algo de Inglaterra? ¿De su poderío militar? ¿Se comentaba algo?
- Probablemente las altas jerarquías sí, pero en el regimiento no sabíamos ni qué aviones tenían, ni qué armas usaban, ni siquiera el color de su uniforme. Lo que vimos después, por supuesto, fue impresionante. La tecnología con la que operaban era “abrumadora”, pero también lo era su alto grado de profesionalismo.
LA LLEGADA A LAS ISLAS Y LAS PRIMERAS ACCIONES
Baruzzo y sus hombres llegaron a Malvinas el 14 de abril pasamos a las islas, a las 3 de la madrugada. “La oscuridad era total”, cuenta sobre los primeros momentos. Pero luego amaneció y vieron por primera vez la geografía del lugar. “Era ‘la antesala del infierno’. No había pasto, no había un árbol, el viento era increíblemente fuerte -tanto que yo perdí mi poncho de lluvia-”, explica.
De allí al monte Challenger, el primer destino de su unidad, y luego al Monte Kent, lugar en el que soportaron los primeros bombardeos navales y de la aviación.
El joven oficial -por aquel entonces tenía 22 años- fue herido por una esquirla que le entró en su mano izquierda durante los bombardeos previos. Sólo recibió calmantes, eso era que había cerca de su posición. “El médico, con bastante humor, me dijo: una para después del almuerzo (desde mi lugar lograr una ración de comida era casi imposible) y otra para la noche, si estás vivo”, rememora.
A pesar de su herida, y del intenso cañoneo, salió de su pozo de zorro y encontró a un soldado con la pierna destrozada por el fuego naval enemigo. Sin titubear, dejó su fusil y cargó al herido hasta el puesto de enfermería, tratando de evitar que se desangrara.
“A mis soldados luego los enviaron a Darwin donde -me contaron- tuvieron acciones valerosas. Por eso me duele que a veces se los degrade tanto, porque todos fueron muy valientes”, reflexiona. “Pero los que éramos personal de cuadro quedamos en la zona y nos integramos al Regimiento 4 en el monte Harriet”.
“¿Si tuve miedo? Varias veces. Incluso pensé en retroceder, pero pensaba y me daba cuenta que hacerlo no me garantiza salvar mi vida...”
Mañana en diarioepoca.com, la segunda parte de la entrevista con ROBERTO BARUZZO. La acción por la que se lo condecora, el regreso de Malvinas, su reinserción en la sociedad, las internas entre los excombatientes.
Martes, 3 de abril de 2012