Muchas celebraciones religiosas tienen, en Corrientes, la fuerte impronta del festejo popular. Sin dudas, es el Gauchito Gil quien despierta cada enero ese rasgo con más fuerza. Con una mezcla de chamamé, fervorosa gratitud, y no poca cantidad de alcohol, la gruta a la vera de la Ruta 123 se colmó una vez más de peregrinos.
Desde las latitudes más remotas comenzaron a llegar desde hace varios días los fieles del Gauchito Antonio Gil para homenajearlo en la gruta en la que descansan sus restos. Ayer, como cada 8 de enero, el predio La Cruz Gil se desbordó por la multitud, que no desistió de cumplir su promesa pese al temporal de la madrugada.
Con ofrendas, promesas, pedidos, profunda devoción y agradecimiento, los fieles del Gauchito Antonio Gil volvieron este año a visitar el santuario a la vera de la Ruta Nacional 123 en Mercedes. Este año, durante la madrugada del 8 de enero, cuando se conmemora un nuevo aniversario de su fallecimiento, un temporal se abatió sobre la localidad y sorprendió en medio del camino a miles de personas que aguardaban para ingresar al santuario para cumplir su promesa o simplemente agradecer favores recibidos.
La tormenta desatada complicó principalmente al operativo vial previsto en el lugar y también dejó a todo el predio sin energía. Pero ni las ráfagas de viento ni la lluvia copiosa pudieron impedir que quienes recorrieron en algunos casos miles de kilómetros para llegar consiguieran adentrarse en el predio para venerarlo.
A oscuras, desde la madrugada, los devotos del Gauchito fueron adentrándose en la gruta para llevar sus ofrendas en homenaje a su leyenda, que cuenta de un gaucho pobre que robaba a los ricos para darle a quienes lo necesitaban.
De los varios puntos en los que se informó estarían apostados diferentes grupos de Gendarmería, Policía provincial y agentes de tránsito municipales, sólo algunos de ellos pudieron observarse en la mañana del 8 después de la lluvia. Incluso dentro del santuario, el personal que coordinaba el ingreso y la salida de los promeseros llevaba más de 12 horas de labor sin relevo. “La llegada de los fieles es incesante desde hace días, pero con la tormenta los que no se fueron de vuelta se agolparon dentro del predio”, explicó a época uno de los efectivos.
Mientras tanto, en la ciudad de Mercedes, las autoridades municipales recorrían desde temprano los diversos barrios que amanecieron anegados, con techos de viviendas voladas y en complicadas condiciones tras la tormenta. “El viento provocó la caída de postes telefónicos, que a su vez al caer sobre el tendido eléctrico dejó sin luz a gran parte de la ciudad, incluyendo el predio del Gauchito Gil”, detalló en medio de una entrevista radial el intendente de la localidad, Víctor Cemborain. La recorrida incluyó el barrio Las Garzas, Matadero e Itatí, y también la avenida San Martín en el centro, donde la caída de árboles causó estragos. “Los peregrinos que acampaban en la ciudad quisieron cobijarse dentro de la terminal y eso provocó un desborde natural, por la cantidad de personas que querían resguardarse de la lluvia”, indicó el funcionario.
Promediando la mañana, la fila de personas a la espera de ingresar superaba varios kilómetros de extensión. En un ambiente particular, teñido de rojo, colmado de rosas y claveles, velas y cintas, ofrendas y sapucay; los promeseros transitaron paso a paso, con infinita paciencia, el camino que los llevó a poder adentrarse en el santuario. “Pasamos, saludamos y nos vamos”, pedían los efectivos de la Policía a modo de consigna, una vez pasados los minutos en que los devotos podían tomar contacto con el lugar más sagrado del Santo pagano.
Entre murmullos, cada cual se tomaba un breve instante para recitar la oración del Gauchito, esa que promete ser generoso y solidario con quienes lo necesiten a cambio de un favor pedido al gaucho federal.
Banderas, calzados, flores, velas, dinero a modo de donación, cigarrillos encendidos y bebidas fueron las ofrendas más comunes que se depositaron a los pies de la imagen dentro de la gruta, mientras que la reja perimetral del santuario se iba colmando paulatinamente de pequeñas cintas rojas anudadas por todo el lugar, incluso entre los intersticios de las miles de placas recordatorias de la visita de distintas familias a lo largo de los años, que tapizan cualquier superficie posible dentro de la gruta.
Entrar, rezar, pedir, agradecer. Ofrecerle vino, regar su tumba con un poco de la bebida. Dejar un cigarrillo encendido sobre su cruz. Frotar las velas rojas sobre la superficie de la gruta a modo de santificarlas, saludar y partir. El ritual, cientos de miles de veces repetido, es sin embargo para cada uno muy particular.
Colmados de emoción, las más de 250 mil almas que circularon y pudieron cumplir con la promesa de visitarlo fueron a replicar un ritual que tiene ya raigambre latinoamericana, con su epicentro en Corrientes. Y lo hicieron bajo la fuerte convicción de que el “Gauchito” merece la retribución de ser visitado por haber cumplido favores, haber sanado a los enfermos o haber ayudado a superar dificultades en tiempos adversos.
Cerca del mediodía la tropilla de jinetes mercedeños, de distintas agrupaciones gauchescas, hacían sonar salva de bombas desde la Iglesia de las Mercedes, en el centro, y a unos 20 kilómetros de la gruta al término de la celebración de una misa en honor a su descanso eterno.
Desde allí partirían montando cientos de hombres y mujeres, devotos locales del Gauchito Mamerto Antonio Gil, con el honor y responsabilidad de transportar hasta la gruta la Cruz de Espinillos que permaneció las últimas horas en vigilia en Mercedes. Entre los vehículos apostados sobre la cinta asfáltica, como pudieron, los gauchos cumplieron también su misión y depositaron en el santuario la Cruz del Gauchito.
Con gratitud y profunda fe, la multitud que llegó a visitarlo permaneció en algunos casos más de 24 horas en la ruta, viajó por miles de kilómetros y volvió a depositar en él una esperanza renovada, con la promesa de volver siempre que sea posible el 8 de enero siguiente.
Jueves, 9 de enero de 2014