Andrea Florencia Alegre tenía 7 años y una vida por delante. Apenas comenzaba a dar sus primeros pasos en el mundo cuando su primo, de 15, le quitó la vida con saña.
El cruento homicidio ocurrió el miércoles 19 de diciembre de 2012 cuando la nena fue ultimada a unos 350 metros de su vivienda ubicada a la altura del kilómetro 1038 de la Ruta Nacional 12, en inmediaciones al club de rugby Taraguy y a un predio de la Gendarmería Nacional Argentina, no muy lejos del aeropuerto Fernando Piragine Niveyro. A esa zona semi-rural la conocen como “El ex Lazareto”.
Poco después de las 15 de aquel día, la nena salió a buscar leña y dado que no regresaba su madre comenzó a buscarla. Así fue a casa de un hermano quien dijo desconocer el paradero de su sobrina.
Alarmados, comenzaron a recorrer los terrenos caracterizados por la abundante vegetación, con senderos angostos que llevan a unas pocas viviendas en los alrededores.
Fuentes judiciales informaron en ese momento que el asesinato ocurrió en el sitio donde hallaron el cuerpo de la chiquita, descartando así que la hayan ultimado en alguna casa.
El cadáver fue encontrado pasadas las 18 por el tío con el que había estado la madre de la nena un rato antes. El crimen ocurrió entre las 16 y las 18.
Tras un llamado al 911 se congregaron decenas de policías que trabajaron hasta después de las 21. En ese lapso demoraron a familiares de la menor como a otros lugareños.
Al ser encontrado por la Policía Luis estaba en la casa de sus tíos, a 100 metros del domicilio de su prima.
Luego de prestar declaración en varias oportunidades incurrió en contradicciones y terminó confesando que cometió el crimen por “venganza” y “bronca” hacia la nena de 7 años. Decía que ella “lo molestaba”.
Al día siguiente, el jueves 20, en un rastrillaje en el terreno donde murió la nena un grupo de efectivos localizó, entre malezas de un pequeño monte, el arma blanca aparentemente utilizada para consumar el ataque. Se trata de un cuchillo de mango de madera y una hoja de 20 centímetros que presentaba vestigios de sangre.
Andrea sufrió al menos 12 puñaladas en el tórax, espalda, cuello y antebrazo. Y luego las pericias confirmaron que había sido víctima de un abuso sexual.
La saña empleada para cometer el hecho dejó en claro desde el principio la existencia de un claro acto motorizado por odio o resentimiento.
Por si fuera poco, “el muchacho cuenta con antecedentes de episodios de violencia en el seno familiar y llevaba una relación conflictiva con su padre”, reveló a época una fuente del caso en su momento. Además en un par de ocasiones fue citado a declarar por la Policía ante sospechas de participar en robos a viviendas de vecinos.
Sábado, 5 de octubre de 2013