Los vecinos acusan olvido. Poseen conexiones limitadas al agua potable y problemas en la energía. Viviendas precarias: se reiteran las casillas y los ranchos.
Desnutrición, discapacidad, parasitosis y problemas en la piel en medio de un contexto de familias numerosas.
Es el mediodía y la referencia de época en el barrio Río Paraná es la Sala de Atención Primaria para la Salud (SAPS), hasta donde se dirigió esta cronista para saber la situación sociosanitaria de la zona. No se trata de una iniciativa aleatoria. La intención es tener información de Angelina Mesa, una niña que el año pasado fue noticia por el cuadro de desnutrición que la llevó a la internación en el Hospital Pediátrico Juan Pablo II.
Se trata de una realidad incluida dentro de un universo donde la pobreza y la desigualdad social nos obliga a preguntarnos si realmente existe la “igualdad de oportunidades”, alzada como una bandera nacional y popular; y si dan ganas de tomar aliento cuando arengan al “Arriba Corrientes”.
Basta con meterse en algún pasillo de la zona para observar que en cada rancho alzado conviven al menos siete personas. Y vale aclarar que es “al menos” porque hay familias con siete chicos a cargo, sumados a los adultos.
La realidad impacta y, de hecho, sabía que impactaría porque idéntica congoja se hacía carne en 2011, cuando llegamos a la casa de Angelina mientras estaba internada en el hospital.
Ayer, los vecinos salieron al cruce del olvido. Fue Laura Mesa, tía de la niña, quien invitó a una recorrida. La de Laura se incluye dentro de las historias escalofriantes.
Se trata de una zona donde el censo 2010 determinó la existencia de 3 mil habitantes. En 2001, había 1.280 (640 hombres e igual cifra de mujeres) mientras que viviendas unas 280. Claro que desde el SAPS indicaron que la población aumentó y se expandió hacia la ribera.
Allí, el crecimiento económico de nuestro país no parece haber influenciado.
Es más, se advierte un limitado acceso al agua potable. No hay cloacas. Las familias defecan en letrinas donde el orín y el excremento se divisan en un primer pantallazo.
La luz también es limitada, tal como dijo Ramón Díaz. “Acá sufrimos la baja tensión”, señaló; mientras que Alicia Rodríguez reflejó que el problema de la iluminación genera inseguridad.
Parece un capricho periodístico contar la realidad de un barrio a partir del testimonio de un par de familias; sin embargo las imágenes son claras. In situ llegan a nuestros oídos la existencia de discapacitados en casillas cercanas. Sin recursos.
Jueves, 18 de octubre de 2012